La lluvia hizo acto de presencia durante la espera al Jesús despojado
de las vestiduras, este fenómeno meteorológico produjo una explosión de
sentimientos en las gentes que anhelaban su salida y en los participantes en el
desfile que habría de producirse por las bellas calles de la ciudad.
Seguramente el agua del cielo se mezcló con lágrimas, durante una hora en que parecía
que el fenómeno meteorológico no iba a cesar, pero quiso el cielo hacer un
hueco para permitir que el Jesús despojado de sus vestiduras fuera observado
por las calles de Salamanca. Esa primera espera, eterna en sentimientos,
pensamientos, deseos y ofrecimientos, que quiso Dios que así fuera para dar la
importancia que merece este acontecimiento. La espera que acrecienta la emoción
también se produjo en la puerta de la iglesia de la Purísima, por la que haría
su salida triunfal el hijo de Dios con rostro de sufrimiento, al que el
pueblo quiso crucificarle, pidiéndoselo con insistencia a ese Pilato que no veía
culpa alguna en Jesús. La bella imagen de Jesús con su corona de espinas aparecía
causando impacto en los allí presentes, que rompían en un aplauso de intensa
emoción, lo mismo pasaba al paso del mismo por las calles de la ciudad, en que
muchas personas esperaban en un sitio estratégico para ver a su Jesús despojado
y cuando lo podían observar en persona se llenaban de gozo; “ya lo he visto, me
voy satisfecha”, decía una mujer que tuvo que esforzarse, pues era más baja que
quienes la rodeaban, pero en cuyo rostro se podían leer tantos sentimientos y
una expresión de alegría nueva y desbordante que no se puede describir con palabras.
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